—¡Ese no es mi trabajo! —me quejé al jefe de mi agencia—: Mi trabajo es hacer de intérprete y
no de relaciones públicas.
Me dirigía a la
casa que más tarde poblaría mis pesadillas cuando recordé la conversación
telefónica que había tenido lugar un poco antes. “No tendría que haberme dejado
convencer", pensé malhumorada mientras nos adentrábamos en la selva, lejos
de la ciudad.
El camino era
pedregoso y los baches zarandeaban el vehículo de un lado a otro. Pasamos por
un pequeño pueblo y al poco se empezaron a divisar las luces de la mansión.
Mi anfitrión me esperaba con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando lo llamé por teléfono para cancelar la visita porque el señor Brown estaba indispuesto, insistió en que yo fuera de todas formas.
Mi anfitrión me esperaba con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando lo llamé por teléfono para cancelar la visita porque el señor Brown estaba indispuesto, insistió en que yo fuera de todas formas.
Su abuelo paterno era español, idioma que hablaba perfectamente. Por eso
estaba yo ahí, para hacer de intérprete entre la empresa estadounidense, que había
contratado los servicios de mi agencia, y la empresa oriental perdida en una zona
conflictiva del suroeste asiático.
Tendría que
haber rechazado la invitación, la cena era simplemente una excusa para hablar
conmigo y practicar su español. En realidad, las negociaciones ya habían
terminado y, si el señor Brown se sentía mejor, al día siguiente regresaríamos a Nueva York.
Mi anfitrión me
presentó a su esposa, una mujer muy guapa y elegante, y a su hija de siete
años, Luna, que había heredado los hermosos
rasgos de su madre. La niña entendía el español, pero no lo hablaba, o tal vez
no se atrevía a hablarlo conmigo. La pequeña me observaba con los ojos abiertos
como platos, los abría tanto que arrugaba la frentecita, una frentecita que
parecía contener toda la sabiduría del mundo. Tenía una gran curiosidad por
mí, eso era evidente. A mí nunca me habían gustado mucho los niños, pero nada
más ver a esa pequeña muñeca de porcelana, sentí simpatía por ella.
—Dice mi hija que tienes el pelo
precioso y que le recuerdas a una princesa de cuento.
Sonreí, no
quise desilusionarla y decirle que el color rubio de mi larga cabellera era
teñido.
No quería ir,
pero empecé a sentirme a gusto con aquella familia. Dejé de pensar que estaba
trabajando y empecé a ser yo misma y a disfrutar de la velada.
Había muchas personas que trabajaban en la casa y que hicieron que la noche transcurriese de forma armoniosa. Estaba todo perfectamente estudiado: las flores, la música, los manjares...
Había muchas personas que trabajaban en la casa y que hicieron que la noche transcurriese de forma armoniosa. Estaba todo perfectamente estudiado: las flores, la música, los manjares...
No sé de qué
estábamos hablando en ese momento. Sucedió todo tan rápido… Es tan horrible
recordarlo.
Entraron en
tropel con machetes sangrientos en las manos, se abalanzaron sobre los
camareros y después sobre mis anfitriones. La mujer chilló despavorida mientras
la acuchillaban, un aullido de dolor y de horror que todavía me
rompe los tímpanos y me pone la piel de gallina; y el hombre, lo
único que tuvo tiempo de decir fue que me llevara a la niña, que a mí no me harían daño,…
La niña, que lo miraba todo con los ojos desorbitados, sin entender… Me quedé paralizada por el pánico durante unos segundos que me parecieron horas. No podía ser verdad, no podía estar sucediendo aquello. En cuestión de segundos aquella velada mágica se había convertido en una pesadilla, en un baño de sangre.
La niña, que lo miraba todo con los ojos desorbitados, sin entender… Me quedé paralizada por el pánico durante unos segundos que me parecieron horas. No podía ser verdad, no podía estar sucediendo aquello. En cuestión de segundos aquella velada mágica se había convertido en una pesadilla, en un baño de sangre.
Estaba aterrorizada, pero cuando vi que iban hacia Luna, la agarré con
decisión y me aparté con ella hacia el ventanal. Luego fui retrocediendo despacio
hacia las cortinas de gasa fina perfumada. Ese aroma, que
yo tanto había alabado a mi llegada, ahora me repugnaba. Me iban rodeando con los rostros
sedientos de sangre. Oía los gritos de otras personas que estaban siendo
masacradas y el latido violento de mi propio corazón. Creo que empecé a
gritarles y a decirles: “¡No! ¡No! ¡No!”. Hicieron el intento de quitarme a la
niña, que se aferraba a mí como a su propia vida, pero yo ya estaba con los
pies fuera del gran ventanal. Empecé a correr arrastrando a la pequeña de la mano.
No vi el vehículo con el que había llegado hasta allí; no vi al chófer que lo conducía;
no vi nada en la noche negra de la selva que nos tragó a las dos; solo oía los
gritos, los llantos, y sentía el olor a quemado y a sangre.
Corrimos sin parar, a ciegas. Solo sé que la niña estaba conmigo porque la sujetaba de la mano, y esa manita
me agarraba con todas sus fuerzas. No veía su rostro, pero oía su respiración
que se acompasaba con la mía. Tropezamos varias
veces, pero nunca nos soltamos de las manos.
Nos movíamos sin rumbo,
sin saber adónde nos dirigíamos, arañándonos los brazos y las piernas con la
maleza. Al cabo de un rato, aminoramos la carrera y empezamos a caminar a paso
ligero porque la pequeña no podía más, yo sabía que estaba exhausta, pero ella
no se quejó en ningún momento. Caminamos hasta que finalmente empezó a
amanecer. Nos detuvimos con la luz del nuevo día y nos sentamos al amparo de un
árbol.
Abracé a la
pequeña y lloramos en silencio hasta que del agotamiento nos quedamos dormidas.
Me desperté
sobresaltada, el sol estaba alto sobre las copas de los árboles, miré a mi alrededor
y pude comprobar que nos habíamos adentrado mucho en la selva. No tenía ni idea
de dónde estábamos, pero mi sobresalto fue mayor al ver que la niña no estaba
conmigo. El corazón me dio un vuelco y me levanté de golpe. Oí algo a mi espada
y me giré al instante: era ella. Con la carita de porcelana manchada por el
llanto y con las palmas de las manos llenas de bayas. Sentí tanto alivio al verla.
Enseguida
continuamos la marcha, la niña parecía conocer el camino, me dio la mano y me guió
hasta que llegamos al río. El río, ¡qué lista era la pequeña!, si se trataba del
mismo río que pasaba por la ciudad, tarde o temprano la encontraríamos.
No sabía qué había ocurrido, tal vez una revolución, un golpe de estado, una venganza personal contra la familia de mis anfitriones, una lucha étnica,... podía ser cualquier cosa y me preocupaba que tampoco estuviéramos a salvo en la ciudad. Iba caminando,
pensando, cuando apareció la serpiente. La vi demasiado tarde, al notar la
mordedura en el muslo. Grité de dolor, de miedo, de asco. Luego, el reptil desapareció entre la maleza. Me senté con la ayuda de la pequeña y me subí el vestido hasta el muslo
para ver la mordedura que me quemaba la piel. La niña, esa pequeña hada, actuó
con rapidez y me salvó la vida. Buscó un palito que fuera puntiagudo para abrir
la herida mientras yo la miraba como si me hubieran hipnotizado porque el
pánico se había vuelto a apoderar de mí, paralizándome por completo. Me miró a los ojos, asentí y
luego grité de dolor al sentir la carne abierta; rápidamente succionó el veneno
y lo escupió, varias veces; me hizo un torniquete con las mangas de su propia
camisa y fue en busca de hojas para cubrirme la herida.
Parecía un
duendecillo sabio, parecía alguien que ya había curado mordeduras de serpiente
con anterioridad, o por lo menos debía de haber visto cómo se hacía. La observé
ir de un sitio a otro hasta que mi mirada se fue nublando, mis ojos se fueron
desenfocando y perdí el sentido.
En las brumas
mentales que me acompañaron veía a la pequeña ir y venir, ya no era una niña,
sino una anciana octogenaria que me traía agua y me acercaba bayas a la boca. En
mi semiinconsciencia, notaba cómo el jugo dulce me chorreaba por el cuello y
entraba por mi garganta. Revivía esa noche horrible y gritaba sin parar porque además de los rostros sedientos de sangre, todo estaba lleno de serpientes venenosas. Pasé frío, mucho
frío. El pequeño duendecillo me cubría con cientos de hojas y la anciana sabia me
abrazaba para darme calor. Lo recuerdo entre los escalofríos, entre las
tinieblas de mi mente delirante.
Cuando logré despertarme, me sentí muy
débil, pero ya no tenía fiebre, ni frío. Mi herida estaba cicatrizando bien. Me
incorporé y comí los frutos silvestres que Luna había dejado sobre una hoja a
mi lado. Al poco, apareció ella y, tras la sorpresa inicial al verme
recuperada, corrió hacia mí y me abrazó, “mi pequeña y dulce Luna”.
Más tarde, retomamos
el camino río abajo. El olor de la selva era intenso, aun así, a veces, todavía
me asaltaba el olor a quemado y a sangre derramada.
No tardamos
mucho en llegar a la ciudad. Al poco empezamos a divisar las viviendas
esparcidas que se hallaban en las afueras, pero por prudencia no nos dejamos
ver. No quería arriesgar nuestras vidas hasta saber con certeza qué había ocurrido.
Al atravesar el jardín de una de las casas que tenía ropa tendida cogimos
algunas prendas para cubrirnos con ellas y así pasar lo más desapercibidas que
fuera posible.
De pronto, en una de las
calles, vi a un occidental, debía de ser un periodista o fotógrafo porque tenía
un equipo profesional de los que solo tienen ellos. Corrí hacia él con la niña
de la mano y llamé su atención. Se sorprendió mucho al verme.
—Todos los occidentales han solicitado
refugio en el consulado estadounidense. ¿Qué haces que no estás allí todavía? —me dijo con preocupación.
Le conté
brevemente lo que me había ocurrido.
—Te llevaré hasta el consulado, sube —pero luego, mirando a la niña, añadió—: A ella no la dejarán entrar.
La abracé con
instinto de protección y ella se aferró a mí con miedo.
—Ella va conmigo —dije con fiereza.
El periodista
nos miró con empatía.
—Si les dices que es tu hija, te dejarán
pasar, pero no tardarán en averiguar la verdad.
—Eso es cosa mía —le dije con brusquedad.
—Eso es cosa mía —le dije con brusquedad.
En las calles
desiertas de la ciudad se podía percibir el miedo y la inestabilidad.
Una multitud de
personas se agolpaban en las puertas del consulado, pedían asilo a gritos. Eran
lugareños que tal vez tenían algún antepasado occidental, todos
alzaban sus papeles y pasaportes al aire para acreditar sus parentescos entre
gritos de súplica. Los soldados no dejaban entrar a esa muchedumbre de personas
asustadas que, tal vez al igual que Luna, habían visto morir a sus seres
queridos. El periodista detuvo el vehículo justo enfrente.
—Suerte, la vas a necesitar.
—Gracias —le dije sin apenas mirarlo.
—Suerte, la vas a necesitar.
—Gracias —le dije sin apenas mirarlo.
Con la niña de
la mano me abrí paso a codazos y a golpes entre el mar de personas que
abarrotaban la entrada. Fue difícil, no sé cuánto tardamos, pero me pareció que
nunca iba a conseguir acercarme lo suficiente. Grité al soldado que custodiaba la
fortaleza para que me oyera por encima de los demás gritos. Grité hasta que me
vio. Yo no tenía ninguna documentación conmigo porque mi bolso se había quedado
en la casa de la selva, pero mi cara en ese momento me sirvió de pasaporte, las
preguntas vendrían después. Me ayudó a pasar sin dejar que nadie más pudiera
entrar.
—La niña no.
—Es mi hija —supliqué yo—. ¡Por
favor! ¡Por favor!
No sé si me
creyó, pero sí vio la desesperación reflejada en mis ojos.
Por fin dentro,
por fin a salvo.
Pude ponerme en
contacto con mi familia en España y mi jefe en Estados Unidos. Fue
reconfortante poder escucharlos. Todos estaban dispuestos a ayudarme, pero no
entendían que quisiera llevarme a la niña, y yo no entendía por qué ellos no me
entendían cuando para mí estaba tan claro.
En el consulado
no tardaron en averiguar la verdad, aun así fueron muy compresivos y amables
conmigo.
—La única forma de sacar a la niña del país es mediante la adopción —me decía la psicóloga—, lo cual es un proceso lento y complicado.
—¿Qué vas a hacer tú con una niña? —me decía mi padre—, si nunca has podido cuidar ni de una
planta.
Era verdad. Siempre
había sido muy independiente, nunca había querido tener ataduras, ni formar una familia.
—¡No lo entiendes! Esa niña me salvó la
vida. Yo a ella y ella a mí. Hay un lazo de unión que nos liga para siempre —intentaba explicar a mi hermana mientras
me imaginaba su rostro perplejo.
—Esos lazos nacen de la desesperación —me decía la psicóloga—, no puedes tomar una decisión tan
importante en un arrebato de solidaridad. Ten en cuenta que la adopción
significa mucho más que eso. Es algo mucho más profundo, tiene que ver con el
deseo intenso de ser madre, un deseo que, por lo que dices, tú nunca has tenido.
Lo sabía, pero yo quería a esa niña, la quería
más que a mi vida, y todos se empeñaban de decirme que lo que yo sentía era
fruto de la tragedia que habíamos experimentado.
—¿Acaso no puedo ser una buena madre
porque nunca antes he tenido ese instinto maternal tan común en las mujeres? —repetía a unos y a otros.
Hacía tiempo
que estaba cansada de viajar, cansada de pasar noche tras noche en habitaciones
de hotel. Quería establecerme. Mi jefe me había
prometido que me daría
un puesto para que dirigiera una sucursal de la agencia. “Ahora, con la niña,
necesito papeles nuevos, tal vez no pueda regresar a Estados Unidos”, pensé.
—Si no tienes ingresos fijos y no la
puedes cuidar, no dejarán que la adoptes, la adopción es algo muy serio —me
decía mi madre.
—He ahorrado mucho dinero, tengo una vivienda de propiedad, no me preocupa perder el trabajo. Todavía soy joven, puedo hacer
otras cosas.
Repetía lo mismo a todos, pero nadie parecía entenderme.
Repetía lo mismo a todos, pero nadie parecía entenderme.
Aun así, después de un
largo proceso, de papeleos y de problemas interminables, conseguí volver a
España con mi hija.
Con el tiempo, regresé a Estados Unidos y conocí a un periodista muy impresionado por mi historia. Fue un flechazo y al poco nos casamos. Él tenía un
hijo de una relación anterior así que ahora soy una mujer de familia: tengo
un marido, dos hijos, un perro, dos gatos y un jardín. Mi familia en
España sigue sorprendida, dicen que soy otra persona. De hecho, soy otra
persona.
A veces, me
despierto por la noche con un grito apagado. A veces, el olor a sangre y a
quemado me inunda la mente. Entonces, me levanto de la cama y voy a la
habitación de Luna, la miro unos instantes mientras duerme y la arropo, como
cuando era pequeña.
A veces, es
ella la que tiene pesadillas, entonces voy a su encuentro y la abrazo hasta que
se queda dormida de nuevo. A veces, hablamos de lo ocurrido y lloramos juntas,
pero luego el llanto se convierte en alegría porque, después de todo, podemos
contarlo.
Fue un
conflicto en el olvido que apenas tuvo repercusión en los medios de
comunicación. Poco importó entonces y nadie lo recuerda ahora. Nosotras sí lo
recordamos.
Mi marido me ha
convencido para que lo ponga todo por escrito.
—Es una forma de alejar a los fantasmas
del pasado.
Él también
tiene sus propios fantasmas del pasado porque fue corresponsal de guerra y ha
visto muchas cosas horribles.
—Escríbelo todo, luego mételo en una
caja y guárdalo con llave —me dijo
un día tras una de mis pesadillas— y cuando estés lista, abre
la caja y grítalo a los cuatro vientos.
—Y si nunca estoy lista.
—Entonces, será Luna la que lo haga —dijo mientras me abrazaba.
Para mi hija,
mi querida Luna, mi pequeña hada de frentecita arrugada.
Me ha encantado... tenía que salir y me he quedado enganchada a la historia, ahora voy tarde! pero ha merecido la pena por ese final feliz.
ResponderEliminarEscribes de maravilla :) Estoy deseando ver ese libro en el que estás trabajando!
Besos!
Ay, muchas gracias, guapa :)
EliminarAy, Trinity, quería acostarme, pero no me gustaba dejar tu historia para mañana y ahora que la he leído me alegro de no haberlo dejado para mañana.
ResponderEliminarUna historia preciosa, muy dura, pero con los sentimientos a flor de piel. Entiendo a la perfección a la protagonista y su afán en defender a la niña y salvarla por encima de todo!!!
Precioso final...¿vas a seguirla???
Besos y ahora sí, buenas noches!!
No tiene continuación, esta historia es "autoconclusiva", je, je, me he aprendido la palabra :)
EliminarBesos,
Que ternura de final, me ha encantando. ¡QUIERO UNA LUNA DE ESAS! jajaja.
ResponderEliminarUy me encanto tu historia los personajes definidos la narración brillante y me conmovió. Te mando un beso y te me cuidas
ResponderEliminarLo peor es, que podría ser absolutamente cierta. Lo mejor, el modo de narrarlo. Engancha.
ResponderEliminarFelicidades!
Ana
Excelente trama querida amiga como todo lo que escribes, dejando claros mensajes en cada palabra que es una forma de perpetuar los sentimientos.
ResponderEliminarUn beso grande.
Me gusta mucho como escribes Trinity, no ya la puntuación sino la forma de expresarte.
ResponderEliminarSe que el libro q sacaras a la venta,tendria q tenerlo si o si, tu forma de narrar,lo elegante q es,atrapa.
ResponderEliminarNos vemos a la vuelta!!!
Besitos
Me gussssstaaaaa :D
ResponderEliminarUn abrazote ;)
Bellisima historia, casi todo el tiempo mientras leí estuve con el corazón apretado. Cariños.
ResponderEliminarEi Trini!
ResponderEliminarEscribes de maravilla. El inicio de la historia me ha recordado a los relatos cortos del romanticismo del siglo XIX. Lo que más me ha gustado ha sido la andadura de la protagonista con la niña en medio de la selva de noche... ¡Enhorabuena!
Escribes muy muy bien, en serio, un trabajo impresionante. Un beso y espero tu novela, como ves me he pasado y espero hacerlo mas a menudo porque es un placer leerte. Un besazo.
ResponderEliminarHermosa y terrible historia, llena de giros sorprendentes. intemporal, porque el horror de la violencia, pero también la generosidad y la entrega son de todos los tiempos.
ResponderEliminar¡Hala! ¡Está muy bien escrito! me ha gustado mucho a pesar de que es bastante duro :( un besito!!
ResponderEliminarEs una historia muy conmovedora, me ha gustado todo de principio a fin :3 Un trabajo asi se merece la mejor de las medallas del mundo, tan cierto las guerras que ocurren y el mundo no tiene ni idea. Me has atrapado con el relato, espero leer otro pronto ^^
ResponderEliminarUn beso!
Querida trinitry: leo desde hace siempre y he entrado en 1000 bibliotecas siempre en busca de historias,faciles de leer,que me evadan y que a la vez me lleguen al corazón ¡quien me iba a decir que no las encontraría en una biblioteca....¡¡¡jeee ¡las tenia mucho más cerca¡ Y como tú bien dices en este último relato,los sentimientos son tan únicos que a veces es imposible explicarlos a quienes nos rodean ¡me encanta como lo has plasmado¡Asi que por favor sigue adelante y deleítanos mucho tiempo con tu magia.Un abrazote.
ResponderEliminarHola linda!
ResponderEliminarEse final me ha encantado, me ha hecho dudar de si en cierta forma eres tu la que escribe y cuenta la historia, biográficamente, y eso me ha encantado. Luna es un personaje milagroso, parece de otro mundo... Y lo terrible de la situación, lo suficientemente bien perfilado.
Saludos!
Relato duro y conmovedor que nos engancha desde el principio, identificándonos con las protagonistas gracias a los detalles que nos vas dejando en los momentos exactos. Es fácil visualizarlo según lo vamos leyendo. Gracias por estos relatos.. Un beso
ResponderEliminarHola Trinity.
ResponderEliminarHe de recuperar el ritmo después de las vacaciones. Y tengo que ponerme al día. Me he leído tu historia de cabo a rabo.
Una historia realmente hermosa.
De cómo un lazo tan estrecho y tan poderoso nace durante una tragedia. De cómo el amor se va abriendo paso por encima de todo.
Me he emocionado con esta historia. Me ha gustado mucho.
Un abrazo muy fuerte, Trinity.
Gracias por tu huella querida amiga, te dejo un beso y un abrazo con todo mi cariño.
ResponderEliminarSaluditos.
Me ha encantado el relato, precioso ^^
ResponderEliminarPor cierto, acabo de conocer tu blog y me ha encantado, te sigo; pásate por el mío :)
Besos, Cassia.
Una historia preciosa wapii aunque solo he leído este fragmento.
ResponderEliminarBesos
Qué bien escribes!! Es una maravilla leerte!
ResponderEliminarPor fin he podido pasar a leer tu historia. Más vale tarde que nunca. ^_^
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato, aunque nunca te hubiera imaginado escribir sobre algo así, me ha sorprendido gratamente.
Besitos.. Nos vemos pronto.
TIERNA HISTORIA DE AMOR Y ADVERSIDAD,CON LUNA COMO ENCANTO ESPECIAL,ME HA GUSTADO TRINITY...UN BESO.
ResponderEliminarQuería agradeceros a todos los que habéis leído este relato y me habéis dedicado tan lindas palabras :)
ResponderEliminar